sábado, 17 de octubre de 2009

The Prestige (Capítulo III)

III

De La Oportunidad


La luz del sol no lastimaba sus ojos. De hecho, se planteó que jamás la había sentido muy fuerte como para entrecerrarlos. Esta mañana no fue la excepción, dado que lo que pudo divisar al despertar fue la silueta de aquella mujer, la de anoche, la que le había dejado una intriga, y si bien usaba otro vestido, esto no se lo resolvía.

- Buenos días, señor. Aquí le dejo sus huevos.
- Gracias, pero se los cambio por el café.

Se desperezó con lentitud, casi tranquilo, sacudiendo su camisa de los restos de paja.
- Hay un pequeño río cerca. Puede bañarse ahí si lo desea.
- No es necesario.
Le sonrió apenas. Maurice sabía que ella podría notarlo aun estando ciega.
- ¿Los está buscando?
- ¿A quiénes? – respondió neutral.
- A los magos. Ha formulado muchas preguntas para ser solo un hombre de paso.
- Me causaron curiosidad. ¿Nunca le ha sucedido?
- A mi edad ya he dejado de cuestionarme lo que no entiendo.
- Déjeme esa tarea para entonces preguntarle qué es lo que sabe sobre ellos.
- Son solo dos. Pasaron por aquí. Durmieron una noche. El es más reservado que ella; parecen amables de todos modos… pero no son franceses, ninguno de ambos. En cambio, usted sí lo es.
- ¿Tanto se me nota? – y rió suave.
- Unas leves notas en el fondo de su voz lo delatan. No debería ocultarlo, que el fanatismo patriótico es para los ignorantes.
- Y me lo dice una irlandesa…
Tal como había arreglado ayer, el cochero lo esperaba en la puerta del hostal. Maurice caminó hasta el carruaje con el mismo ritmo cansado de estos últimos días, pero con una nueva actitud.
- Iremos a Harwich.
Las riendas pegaron sobre el lomo de los animales y las ruedas comenzaron a moverse.

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